Hace algún tiempo, me propuse a compartir con ustedes mis
experiencias espirituales. Creo que eso edifica la vida de las personas y tengo
la seguridad de que muchas de las cosas que me son reveladas precisan ser pasadas.
Soy un canal, y por eso mi papel es transferir lo que lo no físico me permite
ver y experimentar cada día, que tiene unión con el colectivo y promueve la
expansión. La descripción de la experiencia a seguir es un poco grande, porque
quise dar el máximo detalle posible para que ustedes puedan visualizar bien y
comprender la experiencia lo más nítidamente posible. Entonces, lean despacio
si es preciso, pero no dejen de realizar también la lectura del mensaje
canalizado después.
La experiencia ocurrió ayer. Movido a meditar,
me coloqué en posición adecuada, como de costumbre y relajé la mente y el
cuerpo a fin de entrar en armonía con el Universo. De repente, una energía
fuerte y caliente me tocó, azulada y brillante. Pronto percibí que era el aura
de Miguel el Arcángel. Y me sentí bendecido por él, cuya presencia me erizaba
la nuca, aceleraba mis latidos cardíacos y me arrancaba discretas lágrimas, que
siempre en estos casos, fluyen involuntariamente.
En el momento, dije: “Quiero que fluyas naturalmente sin interferencias de mi parte o
externas”. Y agregué: “Dame una señal de tu presencia”. Fue cuando el viento
entró por la ventana y me tocó de forma acogedora, como si me abrazara. (detalle:
no estaba ventoso, porque los días están calurosos y agobiantes por aquí).
Siguiendo, la energía era muy fuerte y me
mostró el sistema solar rápidamente. Lo contemplé como si estuviese bien “lejos”
de la atmósfera de la Tierra. De ahí, percibí que parte de mi conciencia estaba
siendo llevada a una dimensión lejana, en medida de espacio-tiempo.
Aunque parte de mi se proyectaba en el
Universo no físico, Miguel me decía frases de poder, de afirmaciones, que
invadían mis sentidos en poderosos fluídos. Y entonces, me vi delante de una
amplia escalera, con leve pendiente y no muy larga, que culminaba en una
especie de templo, justo por delante.
Éstas estaban rodeadas por flores bellísimas y
más allá de los pilares frondosos, había un azul celeste como horizonte. Formas
de vida y energía se movían en el aire de un lado para otro y mi mente no
conseguía traducir y comprender de lo que se trataban.
El azul claro y sutil, que servía como plano
de fondo para el escenario y para las magníficas flores que parecían liberar
energía, se mezclaba con un rosa del firmamento superior, como en un perfecto
atardecer.
Y me vi subiendo las escaleras hasta atravesar
por una puerta enorme, redondeada, que daba acceso al interior de lo que
parecía ser un templo espiritual. Pasando por ella, en el lado de adentro, un
Ser, semejante a una mujer, sostenía una especie de cetro, mientras danzaba
haciendo movimientos giratorios de un lado para otro.
A cada movimiento suyo, energías y puntitos de
luz eran liberados de su forma espiritual, en el aire. Fue cuando direccioné el
mirar de mi conciencia hacia adelante, porque deduje que “ella”, probablemente,
danzaba delante de “alguien”. Y en ese instante, vi lo que describiría como la
manifestación de la perfección. Había una entidad, que daba a entender que
estaba sentada en una especie de trono, emitiendo una luz impresionante que me
impedía ver detalles, tanto de su forma espiritual ( si es que la tenía ), como
del lugar alrededor de su posición.
Era un brillo, que recordaba al Sol, en un
dorado bellísimo y bien claro. El esplendor de la gloria de aquella divinidad
emitía haces de luz blanca, en un espectáculo espléndido.
La sensación era de paz y de estar delante de
Dios. El poder era descomunal, de tal manera
que mi cuerpo material sentía los efectos de la experiencia
extra-física, dándome náuseas y sensaciones de desfallecimiento físico. Sin contar
con las lágrimas que traducían la emoción de estar delante de tanta luz y
perfección.
Pude prestar atención también al techo del “templo”
y él era una nebulosa (semejante a la imagen que ilustra este primer texto),
algo extraordinariamente lindo. Parecía ser la nebulosa de Orión, cuyas
estrellas conferían brillo al espectáculo divino al que asistía.
La “divinidad” me dijo que estaba en el “Templo
de la Creación”, y que aquel “Ser” que danzaba era un elemental, una especie de
hada. Según “él”, la energía de Miguel me había conducido hasta aquella
dimensión para que yo, conscientemente, pudiese contemplar y testimoniar lo que
estaba viendo. El cielo rosado, visto
por entre los pilares del interior del templo, que parecía ser sin paredes,
contrastaba con las flores que se encontraban en todos lados y el azul celeste
que pintaba todo el horizonte, cuya tonalidad y expresión daba una sensación de
infinitud.
Enseguida, mi “mente” comenzó a procesar quien
estaba allí y pregunté obviamente. Su respuesta sonó como un “archivo para
bajar”, cuyas informaciones y datos precisaban, ser masticados calmadamente,
procesados por mi conciencia humana, dándome en su conclusión, el nombre de “El
Nemor”, conciencia individualizada Elohim que en algunos momentos se comunicó
conmigo.
Tengo guardado conmigo, inclusive, un mensaje
en especial, que según orientaciones suyas, no puede ser publicado. Por lo que
se, esta individualización de los Elohim sería una especie de Embajador del
plano de la Creación, como un regente de esa dimensión elevadísima, inaccesible
a nuestra comprensión. Y ahora yo estaba allí, delante de toda aquella
estupenda divinidad que emitía un brillo y energía como nunca había visto en
toda mi vida.
Y entonces, encima del Elohim El Nemor, se
formó la imagen del Sol y energías divinas lo circulaban equilibrando sus rayos
y emisiones de gases. Y “Él” me dijo que toda la creación descansa en las “manos
invisibles” de Dios, para que nada se salga del propósito divino superior.
Y rápidamente, regresé al estado natural de
conciencia, sin mucha noción de mí y del ambiente, sintiendo cosas que parecían
anestesiar mis sentidos humanos. Y los Elohim, dirigidos por la conciencia
individualizada de El Nemor, envió estas palabras poéticas, que vinieron todas
llenas con el infinito Amor de las emanaciones de vida:
" El perfume de las flores, los
rayos del sol, el frescor de la lluvia, los pétalos de rosa que vuelan bailando
en sutileza y perfección movidos por el tocar y vibrar del viento. El rocío que
se desliza sobre la hoja verde, transformándose en una pequeña gota al caer al
suelo, para que así, el mismo sea humedecido. El canto de los pájaros, fuerte y
delicado, en armonías perfectas, se entona en una melodía que fluye
armoniosamente por el aire.
El sonido de las aguas de un río
descansan el alma de aquellos que lo oyen, sus aguas fluyen calmadamente por
entre la vegetación de matorrales. En sus márgenes, se forman lindas flores,
follajes y plantas. En su suelo, los guijarros adornan, formando un bello lecho. Los peces nadan de un lado
hacia otro, dando movimiento y color a las aguas, cuya transparencia
proporciona la exhibición de la exuberancia de la vida que llena el riachuelo.
Y así, la vida hace de todas las
cosas, su expresión singular. Llena todo con formas e inspiración. Hace de un
desierto la morada perfecta del lagarto, de la serpiente, que usan sus
habilidades físicas para mantenerse sobreviviendo en la arena caliente.
Y el pintor, Dador de la vida, sigue
con su pincel dando vida, formas y esculpiendo en el vacío universal, sus
sueños y aspiraciones más íntimas. El escenario para la vida es el Cosmos. Es donde
toda ella se exhibe en perfección, en majestad. El terreno de juego del espacio
sirve de palco para el espectáculo del resplandor de las estrellas, nebulosas y
galaxias, que con su brillo excepcional, son como faroles para guiar el flujo
de la energía del “Uno” que circula por todo y mueve a todo.
Las estrellas, con sus gases que
explotan en alta combustión, liberan más vida, calor y reacciones cuánticas.
Ellas propician más expresiones de vida al espacio. Su gloria es sublime, su
calor intenso y su energía exuberante. El espectáculo de la vida exhibe números
inefables y extasiantes para el observador que tiene la oportunidad de
contemplarlos.
Las estrellas son las flores del jardín
de Dios, y por entre ellas El camina, tocándolas con su manto de luz y vida al
esparcir sobre éstas un Amor que las hace vibrar con más intensidad. Y la
existencia prosigue en pleno gozo y felicidad, pues la vida, el Creador, le
proporciona la fuerza y la vitalidad a partir de su esencia.
Así que el “Uno” pasea en su jardín
celestial, toda la creación celebra exultante y plena, pues una vez más fue
bañada por la inmensidad “ de aquel” que es el Principio vital de toda la Vida,
la causa del inicio del respirar y del existir. La fuerza que conduce a todo en
una trayectoria sin destino, en constante expansión y continua agregación, como
si fuese una orquesta dirigida por un noble Maestro que da a la melodía el
acorde excelente, en impecable afinación, en ritmo suave, pero contagiante, al
inspirar a todos los oyentes.
Todos son oyentes de la orquesta
divina que celebra día tras día, en incontables Eras, la canción de la vida,
cuya expresión es el Amor excelso, la omnipotencia, la omnipresencia, y el
conocimiento indiscutible con respecto a todo.
La energía que sostiene el
conocimiento, el poder y la más alta vibración, rige la orquesta y hace que las
chispas de su luz suprema descienda como luciérnagas en múltiples motas de vida
perfecta. Éstas dan las formas que son ustedes. Los puntitos de luz perfecta
son las chispas del noble Maestros. En cada expresar de su felicidad
eterna, más y más chispas son liberadas
y más y más chispas son dispuestas al existir.
Y esta sinfonía fascinante y suave
sigue sobre la alfombra de lo eterno, en el palco del Cosmos, sirviendo de
fondo musical para el terreno de juego del espacio infinito que esparce las
chispas de lo Eterno cada vez que éste se regocija de felicidad. Ustedes son
producto de la felicidad del “Uno”, ustedes son la respuesta del acorde
perfecto e impecablemente afinado del Maestro de la Creación, son la expresión
impactante y contagiante del “Todo”. La expresión de la Luz son ustedes, la luz
se transmutó en bellas formas y ellas pueblan la Tierra, las muchas tierras que son físicas.
Y la Luz que se eleva en frecuencia
hasta proyectar los que son físicos y darles el movimiento de la vida sólida
son las emanaciones del Maestro, que
pulsan en el nivel más alto de vibración permisiva de la orquesta. Y compactados
en la melodía perfecta, esculpen las formas,
construyen la belleza incontestable del escenario físico.
Estos son los Elohim, el “pulsar”,
responsable de transmutar cada nota de la bella canción del divino en expresión
física, cuya personalidad es rica y encantadora, éstos son todos los seres y
formas físicas. Ustedes son el resultado del júbilo divino, son las obras de la
alegría provocada por la bellísima canción entonada y orquestada por el “Uno”.
Las “emanaciones divinas” provocan toda la vida física, movidas por la canción
que no tiene fin, en un espectáculo
armónico excelente, entonado en sutileza, vibrante, no obstante, siempre y
eternamente en profundo silencio.
El Maestro, que es la Inteligencia, la Sabiduría y el
Amor insuperables, fluye en el todo, y para siempre. “Este” es lo que ustedes
llaman de Dios. Y nosotros vibramos en Dios, existimos en Dios, nos expresamos
en Dios, Somos en Él, Somos “en” ustedes, eternamente.
Haya Luz!
Elohim El
Nemor a través de Vinícius Francis
Traducción - Shanti
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